El mundo sufre una profunda crisis sistémica, que todos aceptan pero nadie enfrenta: la ocultan, voltean para otro lado, piensan que el remedio es ignorarla. No obstante, la crisis mundial golpea. Es suficiente leer los titulares de la prensa para advertirla.
En el Japón la energía nuclear tiene su tumba, hasta las ballenas salieron contaminadas. Las inundaciones se combinan con sequías descomunales. Las migraciones de hambrientos ya son inocultables, la escasez de alimentos se anuncia grave. Los problemas financieros, las deudas de los grandes, las penurias de los pequeños, presagian un cambio drástico en el mapa económico. Europa husmea la caída de su mercado común.
Pocas dudas quedan de la inviabilidad del capitalismo. Fracasó, los curativos parciales no son suficientes, las contorsiones para salvarlo sólo consiguen hundirlo más. Esto sería promisorio para un revolucionario desprevenido: "El sistema capitalista se derrumba ¡Qué bueno!" El problema es que el capitalismo cae, no hay duda, pero en su desplome se lleva a la humanidad y a la vida planetaria.
La crisis es global, mundial, todo está relacionado porque la economía capitalista está relacionada, y el daño a la ecología planetaria nos afecta a todos. Nadie escapa de la crisis, lo más que pueden hacer los poderosos es trasladarla transitoriamente a los más débiles, pero temprano sentirán los rigores de la emergencia.
Los problemas de la economía de Estados Unidos repercuten en el planeta, su déficit, su alta deuda es malestar que refleja la enfermedad que padece el resto de la economía mundial, los precios del petróleo son síntoma de desajuste económico. Nadie se salva de la crisis.
La ceguera frente a la situación es igual de profunda a la magnitud de la tragedia que ya nos aflige. La humanidad perdió la capacidad de relacionar, por eso no capta la crisis que ya presenta sus consecuencias.
La humanidad ciega, sus dirigentes insensatos, continúan enfrentando la crisis con la misma lógica que la creó, evitan a toda costa ir al fondo del problema, su estructura mental, las leyes que los gobiernan, sus costumbres de milenios, condicionan una conducta suicida, no pueden hacer otra cosa que repetir el mismo guión de hace siglos: importarse por lo pequeño, lo intrascendente, dejar que las fuerzas ciegas del mercado fagociten la vida.
Estamos en una etapa terminal. Son necesarias medidas heroicas, cambios drásticos, la salvación comienza con medidas revolucionarias.
Ya no son posibles las curas parciales, el sistema se derrumba y con él la humanidad. No hay tiempo para las disquisiciones teóricas, para ensayos, es necesario romper con la conducta que nos trajo aquí, todos debemos tomar conciencia de la situación grave, pero sobre todo, los dirigentes del país y del mundo deben alertarse y alertarnos del peligro.
No es posible que sigamos con la esquizofrenia de la vieja política de endosarle al adversario los síntomas de la crisis.
¡Con Chávez más resteaos que nunca!
En el Japón la energía nuclear tiene su tumba, hasta las ballenas salieron contaminadas. Las inundaciones se combinan con sequías descomunales. Las migraciones de hambrientos ya son inocultables, la escasez de alimentos se anuncia grave. Los problemas financieros, las deudas de los grandes, las penurias de los pequeños, presagian un cambio drástico en el mapa económico. Europa husmea la caída de su mercado común.
Pocas dudas quedan de la inviabilidad del capitalismo. Fracasó, los curativos parciales no son suficientes, las contorsiones para salvarlo sólo consiguen hundirlo más. Esto sería promisorio para un revolucionario desprevenido: "El sistema capitalista se derrumba ¡Qué bueno!" El problema es que el capitalismo cae, no hay duda, pero en su desplome se lleva a la humanidad y a la vida planetaria.
La crisis es global, mundial, todo está relacionado porque la economía capitalista está relacionada, y el daño a la ecología planetaria nos afecta a todos. Nadie escapa de la crisis, lo más que pueden hacer los poderosos es trasladarla transitoriamente a los más débiles, pero temprano sentirán los rigores de la emergencia.
Los problemas de la economía de Estados Unidos repercuten en el planeta, su déficit, su alta deuda es malestar que refleja la enfermedad que padece el resto de la economía mundial, los precios del petróleo son síntoma de desajuste económico. Nadie se salva de la crisis.
La ceguera frente a la situación es igual de profunda a la magnitud de la tragedia que ya nos aflige. La humanidad perdió la capacidad de relacionar, por eso no capta la crisis que ya presenta sus consecuencias.
La humanidad ciega, sus dirigentes insensatos, continúan enfrentando la crisis con la misma lógica que la creó, evitan a toda costa ir al fondo del problema, su estructura mental, las leyes que los gobiernan, sus costumbres de milenios, condicionan una conducta suicida, no pueden hacer otra cosa que repetir el mismo guión de hace siglos: importarse por lo pequeño, lo intrascendente, dejar que las fuerzas ciegas del mercado fagociten la vida.
Estamos en una etapa terminal. Son necesarias medidas heroicas, cambios drásticos, la salvación comienza con medidas revolucionarias.
Ya no son posibles las curas parciales, el sistema se derrumba y con él la humanidad. No hay tiempo para las disquisiciones teóricas, para ensayos, es necesario romper con la conducta que nos trajo aquí, todos debemos tomar conciencia de la situación grave, pero sobre todo, los dirigentes del país y del mundo deben alertarse y alertarnos del peligro.
No es posible que sigamos con la esquizofrenia de la vieja política de endosarle al adversario los síntomas de la crisis.
¡Con Chávez más resteaos que nunca!
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