La placidez de la cara del Che, yacente en la mesa de la escuelita de La Higuera, invoca el rostro de Cristo en brazos de su madre María al bajarlo de la Cruz, condena del Sanedrín. Es la impavidez alegre de los grandes, que saben que sus enemigos no podrán derrotarlos: el espíritu noble, el amor que los habita los protege. Podrán herir su cuerpo, pero su ejemplo, su alma, saldrá incólume de la prueba, y se hará símbolo de los que luchan por el bien común.
La misma frustración de la aristocracia sacerdotal del Sanedrín la sufrieron los que pretendieron condenar al Che Guevara al olvido, asesinándolo y escondiendo su cuerpo.
Ilusos los jueces de los Sanedrines, que desde siempre persiguen a los continuadores de las enseñanzas de Cristo, a los que ofrendan su vida a la causa del amor, al mandato sagrado del "amaos los unos a los otros."
Imaginemos la cara de los jueces que condenaron a Cristo, y encontraremos la catadura de Ugalde, frustrado, rabioso, como los que pensaban que en la Cruz terminaba la obra del Redentor.
Ugalde, tal como los verdugos de Cristo, está al servicio de la dominación imperial. Temprano sintió que con la Revolución peligraban los privilegios de sus amos, y puso todo su empeño en condenar al amor que asomaba. Así, fue arquitecto de la infamia de abril, militante del odio. Fracasó.
Ahora vuelve a ser artilugio de la lucha contra la Revolución. Representa una corriente sabia en la maldad, es necesario estudiar sus pasos con detenimiento, son cerebrales, atacan en sitios nobles, van al fondo, no pierden tiempo en objetivos subalternos, preparan con astucia el terreno para que otros den el zarpazo y manchen sus manos, no aparecen en el Gólgota, rondan por las orillas relamiendo los exudados de su obra.
Ugalde arremete contra el Che en su columna del periódico el nacional, le irrita el ejemplo, le asusta que Cristo regrese en estos hombres que rememoran su sacrificio, le acusa la expresión plácida de La Higuera, lo descubre traidor a la causa del amor.
Ugalde en su columna muestra su verdadero carácter, reniega de las enseñanzas de Cristo, y se muestra miembro de los Sanedrines que siempre persiguen a los justos. Esto escribe Ugalde:
"La conquista de lo imposible, como objetivo político del poder, siempre termina en crimen y miseria. Se invita a una dura travesía del desierto para la conquista de la tierra sin mal, con el hombre nuevo, reconciliado con su plenitud para siempre. (…) Paraíso terrenal con economía próspera, sin mío ni tuyo, donde trabajar será un placer, pues no habrá explotación ni obligación."
Le parece imposible lo que Cristo pregonó: amaos los unos a los otros, a cada quien según su necesidad y de cada quién según su capacidad. Vaticina fracaso a los que intenten cumplir la palabra de La Biblia. Persiguen al Che, como persiguieron a Cristo.
¡Con Chávez mas resteaos que nunca!
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