En la base de todo esfuerzo revolucionario está la emoción que emana del convencimiento y la fe. Ésta, antes que la recompensa material, es el móvil de las acciones de masas revolucionarias, las que remueven obstáculos al construir nuevos mundos.
Cuando la emoción se pierde, cuando las razones que movilizan dejan de ser sagradas, entonces las Revoluciones se estancan como el agua de las miasmas. Es necesario en esos momentos rescatar la emoción, sólo sobre ella se puede corregir, construir, organizar, volver al camino de la esperanza.
Es así, la Revolución debe primar el rescate de la condición humana del humano, la que sólo puede emanar de relaciones amorosas, armónicas. Lo material sólo sirve si apuntala esa transformación del alma. Lo material, como meta, es palanca que no motiva los grandes movimientos de masas. Ya lo dijo Fidel: “Nosotros no debemos traducir el dinero o la riqueza en conciencia. Nosotros debemos traducir la conciencia en riqueza. Estimular a un hombre para que cumpla más con su deber es adquirir conciencia con dinero. Darle a un hombre más riquezas colectivamente porque cumple su deber y produce más y crea más para la sociedad, es convertir la conciencia en riqueza.”
Producir riqueza con la conciencia, y no conciencia con la riqueza. La vanguardia es, debe ser, ejemplo de esta condición fundamental.
El capitalismo es malo por el robo del trabajo y la riqueza ajena, pero fundamentalmente es malo por transformar al hombre en una mercancía, en una cosa, sumirlo en el mundo de la competencia, del individualismo, del egoísmo, privarlo de su condición de humano, capaz de creaciones sublimes y de tener una existencia que vaya más allá de la satisfacción de las necesidades animales.
Se deduce que la conquista principal del Socialismo es el rescate de la condición humana. Sin ella no hay empoderamiento de los pueblos, y todo esfuerzo, toda compensación material, será vana. Es así, sólo un hombre redimido será capaz de construir el mundo que soñó Bolívar, el de mayor felicidad posible.
Si la emoción, que surge de la posibilidad de reconquistarse como humano, que irradia un Gobierno Revolucionario que promovió amor, si esa emoción se va desvaneciendo en el mar de las compensaciones materiales, huérfanas de toda espiritualidad, entonces la emoción, la energía social, no se dirigirá a la creación de un mundo mejor, al rescate del Deber Social, si no que derivará al aprovechamiento egoísta individual a cualquier precio, no importando las consecuencias.
Estaremos en presencia de un vacío revolucionario que puede ser llenado por un sentimiento perverso. Las condiciones para una salida fascista estarán presentes, recordemos que el fascismo es la reacción cruel y desesperada del capitalismo herido en sus entrañas.
Es deber de la Revolución rescatar la emoción de la única manera que eso es posible, deslindándose, proponiendo razones sagradas por las cuales luchar: el Socialismo, la redención del humano y, sobre esos pilares, organizarse, hacer política, movilizarse.
¡Chávez es Socialismo!
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