Las elecciones burguesas son un bebedizo narcotizante.
Transforman las sociedades en inconscientes súbditas de dioses metálicos, las
despojan de todo criterio humanista, las regresan a una rara edad zoológica en
la que pierden hasta el instinto de conservación: son capaces de elegir a sus
verdugos.
Las elecciones
son una liturgia que nos impone dioses infecundos que reinan en el paraíso del
mercado, ocultan la realidad, se exilia al dios de la fraternidad.
Las sociedades
van librando una guerra de ficción, las colinas son verbales, los medios de
deformación son cañones, los soldados son los plumíferos y dramaturgos rendidos
al egoísmo castrador. Los artificios idiomáticos sustituyen a la realidad. Una
mentira es fabricada en las usinas de la manipulación y se convierte en potente
misil que debe ser contestado con otro efectismo. Una noticia propia de las
páginas de la farándula es convertida en centro de la lucha política, importa
más que los proyectos en disputa. Se deforma al verbo, se oculta la realidad.
No hay coherencia
en el discurso. Tal como en las telenovelas, el acusado de villano y dictador
en el capítulo de ayer, se transforma, por exigencias del guión electoral, en
un hombre bueno, pero su equipo paradójicamente se convirtió en villano. La
Constitución , que era el fundamento del anticristo, se transforma en biblia.
Se construye así
un mundo irreal, un país del cretinismo donde todo puede pasar, la
inteligencia, el razonamiento, ceden lugar a los básicos instintos. La
estrategia, el mañana, no existen. Sólo importa satisfacer los apetitos en el
momento, el futuro, las consecuencias, no se consideran, es de mal gusto
convocar a la historia. Los asesinos del Libertador hoy sólo invocan su
fachada, no a su obra.
De esta manera
eficientísima el sistema capitalista se protege, evita que aflore su absurdo,
la sociedad no llega a tomar conciencia de su desgracia: la separación entre
unos que, consumiendo desmedidamente, creen que se realizarán como seres humanos,
para descubrir tarde que la liturgia del mercado los convirtió en cosas. Hay
otros que aspiran a entrar en el mundo de las cosas y se conforman con ser unas
latas vacías en los vertederos de los residuos de la bestia capitalista.
La realidad está
en otra parte. Se niega a seguir al mundo de la fantasía creado por ideas,
deseos y estímulos de las endorfinas artificiales.
Y cuando se crea
que no hay más allá, que sólo esto es la naturaleza humana, unos pocos
elegidos, tocados por la fuerza del cuestionamiento, tendrán el coraje de
romper el hechizo electoral, escaparse del pie del patíbulo y fundar la
voluntad de la conciencia, del argumento, de la consideración a las
consecuencias. Desde ese día la sociedad se reconocerá a sí misma, romperá con
el opio electoral y se adentrará en el humanismo, el hombre ahora será su
propio timonel. Estos elegidos son los revolucionarios y su destino es ser,
mostrar, la buena nueva a la humanidad.
¡Radicalmente chavistas!
¡Con
Chávez es con Maduro!
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