Los reformistas
sinceros, que aunque es difícil creerlo sí los hay, en el fondo pretenden
engañar al capitalismo, son ingenuos. Dicen: "reformando poco a poco,
controlando el lado salvaje del capitalismo, un día despertaremos en el
Socialismo y los capitalistas sin darse cuenta se transformaron en socialistas,
trabajaron para su extinción, se suicidaron".
Los reformistas
sinceros, repetimos, los hay, inventan leyes, inventan impuestos, organismos
encargados de controlar al capitalismo, fiscalizan, devalúan, hacen de todo, al
final el capitalismo evade las ilusiones reformistas y siempre goza de buena
salud.
¿Por qué
siempre fracasan los planes "revolucionarios" reformistas? La
respuesta es simple: porque el sistema capitalista está hecho para
reproducirse, perpetuarse, toda su ideología, su aparato jurídico,
costumbres, educación, cultura tienen ese fin, el sistema espontáneamente se
defiende. Está construido para ser capitalista, rechaza los cambios. Los
gradualismos son atrapados por la formidable red de seguridad del sistema: la
ambición, el egoísmo, el espíritu de élite consiguen traspasar cualquier
barrera, operan desde el alma social, desde el fondo de los individuos.
La única manera
de superar al sistema capitalista es con Revolución. Esto es, con un salto, un
cambio radical, un estallido social de las normas hasta ese momento imperantes. Es
así, se trata del mayor cambio alguna vez planteado por la humanidad. El fragor
del combate político, sus peligros, son propicios para las relaciones fraternas
entre los revolucionarios. En esa situación se vive en el precepto esencial del
socialismo: "La suerte del todo depende de la suerte de cada
uno". Son momentos en los que el humano abre su alma y se
encuentra en fraternidad con su semejante, en esos instantes la base ética de
capitalismo sufre un duro golpe y la condición social del hombre se encuentra
con su organización política, con el Socialismo, y la Conciencia del deber
Social se manifiesta, se instala en el alma. El hombre experimenta la alegría,
la bienaventuranza de unirse con sus semejantes.
En Abril
experimentamos esa unión, en el sabotaje petrolero fuimos hermanos en el
combate contra el odio, rozamos al Socialismo.
Sin esa conmoción
no puede haber salto al Socialismo, aunque la conmoción sola no sea suficiente,
es condición necesaria, pero no suficiente. Debe ir acompañada de una
vanguardia que con su ejemplo transforme la energía de la conmoción en acción
política fundadora de lo nuevo.
Podemos concluir
que el capitalismo no es engañable, sólo es substituible, derrotable. La
convivencia con él, las concesiones, irremediablemente conducen al fracaso. La
Revolución debe ser radical contra el capitalismo, contra su ética, sus
costumbres, debe ser implacable en la lucha contra el egoísmo, sus
manifestaciones, debe ser radical en la implantación de los nuevos valores, de
la nueva ética.
Sin duda, vivimos
días de agotamiento de la vía reformista hacia el Socialismo, y se aproximan
días que requerirán de la unión de los revolucionarios en la lucha por defender
la posibilidad socialista, de esa lucha, de esa fraternidad en el sueño
común, deben surgir los núcleos de vanguardia socialistas.
¡Con Chávez!
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