Tal como diría Domingo Alberto Rangel, llegamos al fin
de fiesta. El mundo se retuerce en una crisis que amenaza arrasar con todo lo
conocido. Europa ya no es destino, es fuga. Los gringos hacen maromas para
cubrir la tronera fiscal, China, Brasil y los emergentes se hunden junto al
mundo, sus riquezas no flotan, hacen peso.
El Comandante, enfermo, está imposibilitado de
desplegar toda su fuerza espiritual y material. Es un golpe noble a la
Revolución. Lo que el Comandante amortiguaba con su prestigio sale a flote, se
expresa con fuerza.
Son días de realizar lo que hemos aprendido en estos
catorce años de bonanza espiritual, material y de convivencia íntima con el
líder, en la nueva situación se manifestará lo que somos, sabremos lo que hemos
construido. Las nuevas circunstancias requieren precipitar decisiones, marcar
rumbos, acelerar los pasos. Vivimos una encrucijada definitoria. Veamos.
Los oligarcas pendulan entre el fingimiento de
permanecer en la Constitución (que siempre han adversado), o romper como en
abril y en el sabotaje petrolero, con la hipocresía de defender lo que no les
pertenece. Una fracción de la canalla intenta retroceder al pacto
de punto fijo, ahora con la participación de desgajos del chavismo, el polo que
tenga más posibilidades arrastrará a los oligarcas. Ellos no tienen más
escrúpulos que la defensa de sus intereses.
En el campo bolivariano las tendencias, las
ideologías, se manifiestan revestidas por los requerimientos unitarios y la
tristeza por los padecimientos de Chávez. Lo espontáneo produce corrimiento
hacia la derecha, el desconcierto y la debilidad ideológica nos llevan a la
conciliación.
¿Qué hacer?
Lo primero, es dejar la
candidez de creer en el espejismo de una convivencia con el capitalismo y con
su expresión política, la derecha oligarca. Al contrario, los capitalistas
tienen como meta debilitarnos y arrasarnos. Así como podemos ser ejemplo de un
camino para la redención del humano, también podemos ser escarmiento para los
pueblos que pretendan liberarse. Los capitalistas están obligados a barrer el
ejemplo del chavismo, a aplicarnos terapia de choque como hicieron con Allende
en Chile.
Lo segundo, es entrar con valentía en un proceso
autocrítico, corregir el rumbo ¡Rectificar!, ir decididos hacia el Socialismo
haciendo lo que eso significa: cambiando las relaciones entre los humanos, las
relaciones económicas. No es posible construir Socialismo en un país donde
el sesenta por ciento del producto interno sea actividad egoísta, capitalista,
privada. No es posible construir Socialismo si el Estado Revolucionario
estimula al capitalismo. No es posible tener organización social, económica ni
política, egoísta, fragmentada y fragmentadora y, simultáneamente, pretender
construir Socialismo.
Lo tercero, es garantizar la unidad sin que ésta
sacrifique la discusión.
En los próximos días se mostrará qué hemos aprendido:
si tenemos la sabiduría para recorrer el camino que la historia propone, con la
teoría y el pensamiento acumulado durante milenios de lucha revolucionaria, de
práctica de generaciones de revolucionarios, o si sucumbiremos en la patraña
adeca de que "ignorancia, oportunismo, improvisación, es virtud".
¡Chavistas!
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