Sin entender el sistema de dominación no es posible construir un sistema de liberación. Una teoría Revolucionaria deberá surgir de la comprensión de la teoría de la dominación.
Es imposible explotar a un pueblo e impedir su rebelión sólo con la represión física. Los pueblos aceptan su esclavitud porque son colonizados en su espíritu, convertidos en gendarmes de su propia prisión. Es en esa colonización del alma donde reside la fortaleza de la dominación, y es allí donde se escenifica la batalla más importante por la liberación.
La pelea fundamental de una Revolución es en el espíritu. El Libertador lo describe cuando dice: “por la ignorancia nos han dominado más que por la fuerza”. De allí que podemos afirmar: Revolución que no construya su teoría y su acción alrededor del espíritu, está destinada a fracasar.
¿Cómo hacerlo?
La Revolución es en primera instancia una conmoción en el espíritu. Las sociedades son estremecidas por un acontecimiento (El Moncada, el 4 de febrero) que desata la intuición de la necesidad y la posibilidad de un cambio total, ese cambio se encarna en un líder. Esa emoción que estalla, abre una vía al alma colectiva. Ya en ese instante se crearon las condiciones indispensables para la sustitución espiritual.
El capitalismo, dominante en la ideología y en la práctica, lleva la ventaja. El campo revolucionario cuenta con la emoción, la fe en el líder y la justeza de ideas hasta ese momento inéditas.
El desenlace de esta confrontación dependerá del entendimiento que del objetivo principal tengan las fuerzas revolucionarias. No es fácil llegar a esa comprensión, las circunstancias conspiran para nublar la meta. La lógica que nos habita, instalada en todos desde hace milenios de explotación, extravía la marcha de los procesos que le son adversos.
El objetivo revolucionario está claro, ya la historia nos lo indica. Siglos de trabajo teórico y práctico, de revoluciones fracasadas, de líderes incomprendidos, de sangre derramada, han labrado y despejado el objetivo.
“Se trata del rescate del espíritu amoroso, de la Conciencia del Deber Social, del sentido de pertenencia a la sociedad, del rescate de la armonía del hombre con sus semejantes y con la naturaleza.”
Todo intento revolucionario fracasado se apartó de este objetivo.
Al principio los afanes revolucionarios pretendieron conquistar la liberación dentro de las reglas, la lógica del capitalismo. Se quiso crear en las entrañas del monstruo, falansterios, fábricas, núcleos donde se establecieran las nuevas relaciones. El capitalismo atrapó las intenciones aisladas.
Después se quiso liberar al hombre, transformando parcialmente sus circunstancias materiales, el resultado fue desastroso. Y el capitalismo renació vigoroso de las relaciones de propiedad que sustentaron aquel egoísmo colectivo, y la rueda de la historia dio una vuelta atrás.
Con la Revolución Cubana se comprende lo que Jesús predicaba: “No sólo de pan vive el hombre.” La conciencia, el espíritu, es lo fundamental.
Esta Revolución nuestra debe complementar los logros materiales con grandes logros en la superación del espíritu egoísta capitalista. Esa es una emergencia superior a la generada por las lluvias.
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