Nadie tiene dudas, la bestia capitalista agoniza, asistimos a sus estertores. Lo que no habían previsto los clásicos era que esa agonía podía ser también el fin de la humanidad.
Con el derrumbe del capitalismo, que en realidad es el derrumbe de todos los sistemas anteriores de apropiación del trabajo ajeno, una etapa de la humanidad concluye, la etapa de la esclavitud.
La etapa de depredación del hombre por el hombre creó una cultura de la dominación milenaria, y un humano tallado a imagen y semejanza de esa dominación. Se forma así una barrera protectora de la depredación que se opone a su superación, sólo ha permitido superficiales mudanzas que dejan intacta la esclavitud, sólo modificaron su expresión.
La Revolución de hoy, la del tránsito de la prehistoria a la historia, exige un esfuerzo nunca realizado por la humanidad. Las tinieblas se confabulan para impedir el salto.
Los revolucionarios y las revoluciones son objetivos de los mayores y más sutiles ataques, de las mayores distracciones: cuando se piensa que se va bien, se descubre que se caminó en círculo, o que se trabajó para afianzar lo que queríamos superar.
Para concretar la Revolución, los revolucionarios deben tener una gran capacidad de inventiva, pero también una inmensa capacidad de aprender de la historia, de nutrirse con la experiencia y elaboración de milenios de enfrentamiento y resistencia a la depredación.
El ataque a los revolucionarios tiene rasgos comunes a lo largo de estos milenios de enfrentamiento desigual. La historia nos indica que las armas son parecidas, los oligarcas son expertos en manipulación. También nos muestra que es enquistado en el interior del campo revolucionario que se encuentra el principal peligro, los mayores obstáculos al cambio, que el enemigo más peligroso está dentro, mimetizado, su función es detectar los cambios revolucionarios y extraviarlos.
Así consiguieron que la masa condenara a Cristo, disolver la Gran Colombia, derrotar a Bolívar, entregar al 23 de Enero.
Se puede afirmar que una Revolución, y más esta que precisa concretar un salto tan inmenso, no puede triunfar sin superar a las ideologías que desde adentro la minan.
Estas ideologías ya las conocemos, son buenas para impedir avanzar al Socialismo, pero son incapaces de construir algo, todo lo que proponen fracasa, ese es su trabajo. No hay que ir muy lejos para ilustrar su “modus operandi”, basta revisar la historia de esta Revolución en los últimos diez años.
La hora es dramática, la lucha ya es definitiva: o los revolucionarios triunfan, instauran el Socialismo, o la humanidad y la vida planetaria perecen. Ya el planeta da muestras de concreción de esa amenaza.
La Revolución Bolivariana tiene un compromiso con la humanidad, con el país, con el continente. El reto es convertirnos en un foco libertario para el resto de la humanidad, de eso depende la sobrevivencia de la especie. Debemos impedir que la agonía de la bestia sea la tumba de la humanidad.
¡Chávez es Socialismo!
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