26.3.07

EL ACTO DE LOS PROPULSORES DEL PSUV

El acto de los propulsores fue bonito. Histórico, sin dudas. Allí se inició una nueva etapa de la Revolución: la concreción de la indispensable organización única, y también se afirmó la unidad de los que aceptamos al Comandante como líder y al Socialismo como meta.

Del acto se desprende una difícil tarea que se despliega en diferentes planos, el organizativo es uno de ellos, y va resolviéndose bien. El entusiasmo existe, el Pueblo está allí esperando que los dirigentes que de él nacieron señalen la marcha hacia la formación de la organización y hacia la concreción del Socialismo.

Sin embargo, es preocupante la debilidad en un campo muy importante, la teoría: los discursos previos al Comandante demostraron desprecio por el rigor teórico, y una alarmante justificación de la improvisación y la superficialidad.

Si no comprendemos que la fase de transición al Socialismo, es una etapa que reclama utilizar bien todo el acervo del pensamiento revolucionario para producir la teoría de la transición, y que esta fase de transición es más difícil que la fase de la toma del poder, si no recordamos una vez más que una Revolución tendrá la fuerza y la calidad de las ideas que la sustentan, si no recordamos todo esto y actuamos en consecuencia, estamos destinados a ser pasto de derrota. Veamos un ejemplo:

Un orador en el acto que comentamos, trasladaba mecánicamente, dogmáticamente, un pensamiento del Manifiesto que reza: “la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado”.

Este orador deduce dogmáticamente, sin asidero en la realidad, que en Venezuela sólo hay una clase, la clase trabajadora, y proclama que en Venezuela todos somos trabajadores.

Se salta a la torera a los capitalistas, pero esto no es lo grave, mete en un mismo saco a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los excluidos, a los obreros, y hasta a los buhoneros, aquellos que Carrera insiste en el disparate de calificar de lumpen.

En el teatro el discurso retumbó bonito, pero es un peligroso uso populista de la teoría.

El peligro reside en que al no diferenciar correctamente las clases, no podemos diferenciar las ideologías, y así nos privamos de la ideología de la clase obrera, que independientemente de su existencia y comportamiento, debe dirigir a toda Revolución Socialista.

No diferenciar las clases y sus ideologías, es caer en las garras de las falsificaciones pequeño burguesas, el tremendismo y localismo marginal, o el dogmatismo rancio.

El acto dejó enseñanzas, la necesidad de rigor teórico fue la más importante.

¡Con Chávez todo, sin Chávez nada!

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