En 1989, el mundo asistió perplejo a la
caída sin combate del campo socialista. Inmediatamente florecieron teorías para
explicar al nuevo mundo que se estructuró sobre los escombros del muro de
Berlín. Se llegó hasta vaticinar el fin de la historia, absurdo que aún
sobrevive.
En Venezuela la
situación fue similar. Salieron nuevas interpretaciones del mundo y se produjo
un cataclismo en la teoría revolucionaria. El escepticismo cundió, pasarse al
campo contrarevolucionario era tolerado, bajaron las tensiones entre los
revolucionarios y los dirigentes del status.
Muchos líderes
revolucionarios pasaron a formar parte de los gabinetes de los gobiernos de la
dominación. Se vendieron los libros de Marx y de Lenin a las librerías de
usados, que los compraban a precio de papel de envolver. Era mal visto hablar
de la época de la guerrilla, o se mencionaba con desprecio.
Todo parecía
definido, el mundo se había reconstruido, el asunto era insertarse, conseguir
ubicación en aquella arquitectura social que duraría por los siglos de los
siglos.
Un hecho perturbaba a estos exrevolucionarios, ahora renegados: Cuba
estaba allí, permanecía, resistía… ¿Por qué? ¿Por qué? Ninguna de sus
neoteorías daba explicación a este hecho. Todas se estrellaban frente a la
fortaleza moral cubana.
Las explicaciones
llovieron con desespero: “está allí, pero tiene problemas, no hay jabón”. “Está
allí, pero no hacen elecciones”. “Esta allí, pero no cumplen con los derechos
humanos”. Explicaciones y justificaciones que se derretían al acercarse a los
hechos: estaba allí, bloqueada, sin ayuda, sola en el mar del capitalismo, y no
caía.
La lección era
una: el Socialismo es viable y es el futuro de la humanidad.
Sólo un
pueblo Socialista es capaz de la hazaña de la Cuba de aquellos días: ¡resistir
a la caída del campo socialista, y al embate del imperio más poderoso que ha
conocido la historia!
Ella preservó la
esperanza.
Nos decía con su
ejemplo que un mundo mejor es posible, que la historia no terminaba con el
capitalismo, que la enfermedad era superable. Poco a poco, la humanidad volvió
sus ojos a Cuba. Su llama heroica aún alumbra el camino de salida del infierno
capitalista.
La posición frente a Cuba define a los
revolucionarios. A ella nos une algo más que intereses materiales o afinidades
ligeras: nos une la hermandad de remar juntos en el mismo barco, el de la
redención del humano, el del Socialismo.
¡Viva Cuba Socialista!
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