27.12.06

FUEGO

No hay nada más peligroso para una Revolución que dar batallas triviales, porque las peleas insignificantes desgastan poco a poco el fuego revolucionario. La Revolución debe dar y ganar las batallas principales, las que deciden la contienda, las que forman conciencia.
En los últimos días el paisaje político se cubre de bruma, los restauradores intentan que la pasión ceda el paso al letargo, la tontería se haga costumbre, el ímpetu del pueblo se troque en comedia. Se nos presentan batallas subalternas que enmascaran la batalla principal. Veamos.
La batalla principal de la Revolución es la lucha por la conciencia y por mantener encendido el fuego revolucionario. Nada debe apartarnos de este objetivo, el futuro de la Revolución se decide allí. No podemos permitir que la restauración distraiga la atención popular en batallas pequeñas, en la discusión de tonterías. La batalla principal es otra: es necesario derrotar las hipocresías que enaltecen los valores del egoísmo, de las salidas individuales, de la fragmentación de la patria, del nacionalismo autista, del aislamiento mezquino. Es necesario que la Revolución dé la batalla por los valores morales revolucionarios: la solidaridad, el espíritu de sacrificio, la conciencia de sociedad, el amor a la patria y a la humanidad.
Todos los días, la propaganda en los medios, los voceros del pasado, bombardean con los valores del Capitalismo el corazón de la patria, intentan destruir el piso moral que ha creado la Revolución, el sentimiento altruista que se mostró en abril y en diciembre.
Los revolucionarios deben hacerle frente a la Restauración, con las ideas, con el ejemplo y con la movilización popular, llevando los problemas a su dimensión universal, concientes que el fin último de la lucha es el rescate del cuerpo social, integrar a la sociedad que el Capitalismo fragmenta, luchar contra el Capitalismo y sus miserias, convencidos que el pueblo aprende movilizado alrededor de objetivos políticos altruistas, en la calle, unido, solidario, ejercitando la relación socialista, tomando conciencia de su poder, seguros de que el pueblo aprende en el trabajo voluntario, que es la prefiguración del trabajo del futuro, el que se hará no con la compulsión de la necesidad, sino con la satisfacción del deber social cumplido.
Es fundamental que la Revolución entienda que la clave del éxito en la confrontación contra los enemigos internos y externos, está en los valores que sembremos en el pueblo. En esa lucha no podemos bajar la guardia, todo depende de ella.
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!

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