2.3.07

QUE LAS PLUMAS NO IMPIDAN EL VUELO

Una leyenda muy antigua de los indios de las riveras del Tucutunemo, en lo que es hoy el Estado Aragua, nos relata la historia de un grupo de muchachos que querían volar.

En ese afán invirtieron las mejores horas de su infancia y juventud, muchos murieron en el intento, generaciones se sucedieron en el empeño, sin embargo, no conocieron el éxito, sólo consiguieron construir plumas.

Así pasaron los años, eran conocidos como los “muchachos que querían volar”.

Un día apareció por esas tierras un zambo que no lo pensó dos veces, se subió a un Samán, el más alto, y con unas alas que traía bajo el brazo se lanzó con audacia…

Y, para asombro de todos ¡voló! Voló alto, y luego cayó espaturrado en la llanura. Es verdad que fue un poquito, pero ¡voló! Se podía volar, el muchacho zambo había volado.

La noticia corrió y el mundo del Tucutunemo se emocionó, todos querían conocer el cielo.

Aún persistía un problema, para conocer el mundo de los gavilanes y del cóndor, lo que se llama volar en grande, el vuelo alto y sostenido, para hacer realidad el sueño de años por el que tanta gente luchó y murió, era necesario complementar las alas, era necesario cubrirla de las plumas que tenían los “muchachos que querían volar”.

Nuestro zambo solicitó las plumas y los invitó a todos a contemplar al mundo desde las alturas, como él había hecho.

Les narró que desde allá arriba los árboles se ven chiquiticos, los hombres parecen hormigas, y todos se ven iguales, que el sol quema, el viento es frió, las nubes son algodón de agua y los pájaros no se asustan del hombre, casi se pueden tocar las estrellas y se ve la nieve de los picos lejanos.

Los “muchachos que querían volar” se reunieron para considerar la entrega de las plumas, pasaron horas, días discutiendo, le pidieron al zambo un año de plazo.

Los invadió el miedo de perder la organización construida alrededor de las plumas: si volaban, qué haría el secretario de doctrina, que se sabía de memoria todo sobre las plumas, su largura, su textura, el color que debían tener al amanecer ¿Adonde iría el secretario de organización, que se encargaba del orden en la fabricación de plumas, que las almacenaba y las catalogaba?

Y lo principal era la historia, la tradición en la lucha por volar, todo eso se perdería si se entregaban las plumas.

La leyenda establece que pasados los siglos, los descendientes de los “muchachos que querían volar” aún discuten, metódicamente, bajo un samán, la conveniencia de entregar las plumas.

La reunión, de cuando en cuando, se ve interrumpida por el rugir de los motores de un sukhoi.

Esta historia creemos que hoy nos puede ser muy útil.

¡Construyamos la Sociedad Patriótica Socialista, no hay excusas!

¡Con Chávez todo, sin Chávez nada!

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